miércoles, 23 de marzo de 2022

Encuentro con el Vecino - 2a. Parte

Según me comentaba mi marido, lo que le pasó con ese encuentro en el bar con ese vecino fue genial y a la vez sorprendente, de ninguna manera se hubiera imaginado aquella situación pero ahí estaba ese buen señor, ya mayor, pero con una cara de guarro vicioso que le asombró de entrada pero que luego después de analizarlo con más calma y darle algunas vueltas al asunto, le puso todo burro saber que este abuelo vicioso y sus amigos sabían de las exhibiciones que yo hacía y que ya me habían visto en repetidas ocasiones. Sigo contando desde donde lo dejé la otra vez,(Relato anterior del Encuentro con el Vecino) cuando mi marido estuvo en el bar hablando con ese señor y cuando salió del bar estuvo dando una vuelta para poner en orden sus ideas y planear algo para que yo hiciera y que incluyera al vicioso abuelo mirón.

Cuando mi marido llegó a casa me dijo que esa misma noche quería que yo hiciera una sesión de exhibición; él quería que me pusiera bien guapa y sobre todo muy sexy pues quería que me exhibiera en la venta para los vecinos. Sabíamos que había al menos dos tipos que teníamos identificados que nos espiaban cuando jugábamos a exhibirme, uno era un hombre joven de treintaytantos a cuarenta años, que vive con sus padres y otro que sabíamos pero que nunca habíamos visto y que ha resultado ser nuestro amigo el abuelo vicioso.


Mi marido no quiso contarme el encuentro que había tenido con el viejo en el bar, por el momento decidió esperar y no decirme nada, porque sabe que si me lo contaba me iba a poner cachonda como una cerda y quería que estuviera calmada, eran solo las 6 de la tarde y quería que yo empezara a exhibirme cuando empezara a anochecer. Yo como no sabía nada de ese encuentro que había tenido en el bar con el viejo vecino mirón, inocentemente le digo que el chico, como le llamamos al más joven, no debía de estar, porque hacía varios días que no le veía. Al decirle eso, mi marido me dice que le gusta lo zorra que soy porque, entre otras cosas, ando pendiente del vecino mirón. Vale, me da igual que no esté, ¿y el otro? Me pregunta. No sé del otro, ya sabes que no se muestra, le digo. Poco podía yo imaginar lo que tenía en mente mi marido, y que a partir de ahora iba a ver cómo se me iba a mostrar; se te va a mostrar tanto que quizá le invite a casa una tarde o le diga que nos invite a la suya para que le hagas un pase de exhibición en exclusiva. Esto es lo que pensaba mi marido y que después me confesó, pero de momento no me dijo nada... Solo quería ir disfrutando paso a paso deleitándose en los detalles.

Está bien me dice, esta noche te vas a exhibir para los vecinos y no se hable más, ¿lo entiendes? Sí, le digo yo. Y ahora ven aquí; mi marido estaba sentado en una silla y yo estaba semitumbada en el sofá. Me levanté y fui hacia donde él estaba, me acercó a él y metiéndome la mano entre las piernas empieza a tocarme el clítoris, al momento yo reaccionó, humedeciéndome, mi marido sabía que si seguía un poco más, me mojaría toda como una guarra, así que siguió un poco más abriéndose paso con sus dedos entre mi raja, y yo solo podía abrirme más y me mojaba cada vez más, luego, mi marido, va y me dice: hazme una mamada. Cosa que hice al momento.

Después de correrse en mi boca y de tragarme todo su semen, me dio unos azotes y me dice que le contara que ropa tenía para ponerme esa noche para exhibirme a los vecinos, sin saber que me iba a exhibir al abuelo guarro y vicioso, aunque yo no sabía nada, de momento.


Así que después de correrse en mi boca y dejarle la polla reluciente y ya descargado de su calentura, estuvimos un rato viendo la tele, pero mi marido no se relajaba, cada vez estaba más cachondo, así que me dijo que me pusiera algo porque íbamos a dar una vuelta por el barrio. Y así caminando podría contarme el encuentro que había tenido en el bar de la esquina con el viejo cerdo mirón.
Hacía calor así que me puse un vestido de verano muy ligero, un poco ancho de vuelo y a media pierna, de tirantes y unas sandalias de cuña, el vestido se me clareaba al trasluz y por supuesto iba sin bragas. Estuvimos paseando tranquilamente y tomando unas copas en una terraza, a mí me gusta el baileys, me pone bien cachonda, después dimos otro paseo y ahí empezó a hablarme del encuentro que había tenido con el vecino mirón. Según me lo iba contando podía sentir como se sentía un poco avergonzado, pero se iba poniendo cada vez más cachondo, me decía que en la noche iba a exhibirme para el viejo mirón y quería que fuera muy cerda, quería ver cómo me abría de piernas y le enseñaba todo el coño y también quería verme masturbarme para el viejo. Yo no decía nada, solo escuchaba y asentía con la cabeza por lo que terminó preguntándome si yo estaba entendiendo bien lo que me estaba diciendo. A lo cual le digo que sí. Lo entiendo bien. Muy bien así me gusta y espero que te comportes como una buena zorra. Ven vamos a tomar otra copa, que quiero que enseñes un poco el chocho en una terraza, continúa diciéndome. Cerca de dónde estábamos hay una terraza que da a un parque y a veces hay gente, que se sienta enfrente en los bancos. Aquella tarde no había nadie, pero no le importaba, yo tenía que estar allí sentada con las piernas un tanto abiertas, lo suficiente para que se me viera toda la raja. Estuvimos allí un buen rato hasta terminar las bebidas y después nos fuimos para casa, yo ya estaba bien animada después del par de copas y dispuesta a exhibirme como le gusta a mi marido que me muestre.

Al llegar a casa, me dijo de comer algo ligero con una copa de vino y después que me preparara para exhibirme delante del viejo mirón. Pero primero me estuvo tanteando, metiéndome mano y yo cada vez me estaba poniendo más caliente y y empezaba a estar toda mojada, yo me dejaba hacer cualquier cosa y no dejaba de gemir como una perra en celo. Yo solo quería que me follara, pero agarrándome del pelo me hizo saber que para eso tendría que esperar. Primero lo primero. Así que me dio un par de azotes y me mandó a arreglarme para la exhibición que tenía que hacer delante del viejo mirón, obedeciendo me fui a vestirme o desvestirme, mi marido no se dio cuenta o no quiso preguntarme qué me iba a poner, quizá prefería que le sorprendiera, parecía darle un poco igual y mientas me fui a cambiarme el se quedó viendo el teléfono, y casi podía imaginar que estuviera mirando el número de teléfono que le había dado el vecino, sin saber si debía llamarle para decirle que en unos minutos yo iba a estar exhibiéndome delante de la ventana, y nunca me dijo si lo había hecho o no. Después estuvo mirando por las ventanas por si le veía, pero todo estaba muy tranquilo, y aunque se estaba empezando a hacer de noche todavía había un poco de claridad aunque dentro de la casa había que encender las luces porque ya no se veía muy bien. Aunque seguro que el viejo mirón estaba ahí observando desde las sombras.

En esas se estuvo entreteniendo mi marido mientras esperaba a que yo saliera preparada a mostrarme como una verdadera perra en celo, aunque cuando parecía impaciente cuando me presenté en el salón, y me hizo sonrojarme porque nada más verme me dice que estaba para follarme ahí mismo. Me había puesto un vestido negro ajustado, que me queda a medio muslo, aunque según voy andando se me va subiendo de lo ajustado que es ese vestido, pero cuando me siento con ese vestido se me sube prácticamente hasta la cintura, y tengo que estar bajándomelo constantemente porque es un espectáculo verme cuando me hace ponérmelo y esa noche, para no defraudarle a mi marido, había elegido ese vestido para exhibirme delante de nuestro vecino mirón, que él había conocido esa misma tarde personalmente y el buen señor parecía ser todo un cerdo guarro salido en su trato con las mujeres.
Así que todo iba bien. Yo estaba poniendo todo de mi parte, solo faltaba que el viejo mirón estuviera escondido para verme. También me había puesto unas sandalias muy finas con tacón alto, a juego con el vestido, y debajo llevaba unas braguitas de encaje color blanco que resaltaban con el bronceado de mi cuerpo. Iba sin sujetador. Por supuesto, me había maquillado como si fuéramos a cenar al mejor restaurante y también me había arreglado el pelo. No paraba de repetirme que estaba preciosa; y no pudo resistirse y meterme mano, tenía la polla a reventar, pero antes de descargarse quería ver cómo resultaba con el vecino. Ya tendría tiempo de follárme y reventarme a pollazos más tarde.

Después de sobarme bien y de “pasarme revista”, como le gusta decir, me pregunta si sabía lo que tenía que hacer. Por supuesto le dije que sí. La habitación tiene la iluminación apropiada para que se nos vea bien sin ser evidente, con luces indirectas que mi marido ya tiene preparadas para estas cosas. Mi marido me da unas últimas instrucciones, que yo con obediencia acato como buena perra sumisa. Mi marido se mantenía al margen, escondido en la habitación de tal manera que el vecino no le viera, solo quería que me viera a mí; me dijo que tenía que entrar en la habitación, encender la luz, y mostrarme, primero quería que me exhibiera con mi vestido de putón, quería que me insinuara al vecino, después tendría que quitarme el vestido despacio, poniendo suspense al hacerlo, hasta terminar con el vestidito de zorra en el suelo, luego tendría que enseñarle las bragas al viejo, quería que me las viera bien y una vez más que me insinuara y me moviera como una zorra solo con las bragas y los zapatos de tacón puestos, y después de un rato quitarme las bragas invitando al viejo a despertar su lujuria, luego tenía que tumbarme en la cama de tal manera que el vecino me viera la raja completamente, y bien abierta de piernas, tenía que masturbarme, tenía que hacerme una paja hasta que terminara corriéndome como una cerda, cosa que como buena perra sumisa que soy hice de una manera impresionante; me tocaba, gemía, me convulsionaba, me estaba corriendo como una cerda y no me importaba que el vecino viejo de enfrente me estuviera viendo o quizá por eso estaba tan cachonda, me tocaba las tetas y me metía los dedos en el coño mojado, lo tenía como un bebedero de patos y me lo había provocado yo solita, estuve como medía hora o más tocándome, mi marido me dejó hacer, quería ver hasta dónde llegaría y la verdad es que se quedó sorprendido, cada día quiero sorprenderle más, haciendo lo que más le gusta: comportándome como una zorra, sin saber lo que puedo llegar a ser.
Una vez que dejé de tocarme, me quedé quieta despatarrada encima de la cama ofreciendo la visión de mi chocho empapado y de todo mi cuerpo desnudo al vecino cerdo y viejo; en ese momento mi marido se acerca a mí, todo empalmado, me dice que me pusiera de rodillas y masturbándose delante de mí, se corrió en mi cara y en mis tetas hasta quedarse seco. Después me dio unos azotes mientras me obligó a ir a cuatro patas como una perra por la habitación dando un par de vueltas, y apagó la luz. Ahí terminamos esa primera exhibición, sabiendo mi marido para quién me estaba exhibiendo. Sabía que después de esa noche, el viejo vecino mirón estaría cada vez más presente en nuestros juegos, que mi marido le llamaría por teléfono para que le contara lo que había visto y que ellos dos harían muchas más propuestas.

Continuará

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