martes, 30 de enero de 2018

Experiencia en Casa

Era viernes a la tarde, sobre las 17,00h. y recibí una llamada de teléfono; yo estaba en casa, y aquel fin de semana mi marido no estaba en casa, pues se había marchado con los chicos a ver un partido de fútbol a Barcelona. La llamada era de Mario, el dominante con quien estaba por aquel entonces, y me decía que vendría a mi casa, a eso de las 22,00h. Yo me enfadé un poco y le mostré mi desagrado, porque él sabía que en mi casa no quería hacer nada, pero en esa llamada me decía que iba a venir como a las diez de la noche. Me estuvo explicando los motivos por los que quería venir a mí casa; y también me dijo que me compensaría y que me pusiera bien guapa y sexy para cuando llegara porque tenía muchas ganas de hacerme el amor; incluso me dijo como le gustaría que estuviese vestida para cuando él llegara. Con todo lo que me dijo y sobre todo cómo me lo dijo, consiguió excitarme al máximo. Yo hice todos los preparativos de la cena y me vestí como él quería con un sujetador negro, un suéter de ganchillo de color negro, una falda corta con aberturas adelante y detrás, liguero y medias negras y sin bragas; también me pidió que depilara completamente mi sexo.
Hice todo lo que me pidió, y ya sólo esperaba que diera la hora en que Mario llamara a la puerta. Eran las diez de la noche y yo estaba preparada, pero yo estaba preparada para él, y nunca imaginé lo que me esperaba. A la hora que me había dicho llamaron a la puerta de la calle, ¡era Mario! Yo salté emocionada del sofá y me dirigí hacia la puerta para abrirle, pero me llevé una gran sorpresa cuando le veo aparecer con cuatro hombres más.

Me saludó con un ¡hola preciosa! me besó en los labios y a continuación me dijo que había venido con unos amigos, lo cual resultaba obvio. Yo intenté comportarme amablemente con ellos y los pasé al salón, seguidamente les pregunté si querían tomar algo y Mario me dijo que venían a cenar y a tomar unas copas y a ver una película que uno de ellos traía y que quería que yo les atendiera muy bien.
Yo estaba realmente furiosa y me marché a la cocina a preparar los platos para los “señores amigos” de mi querido Mario, pero debió de notar algo porque me siguió hasta la cocina y me dijo muy claro que yo tenía que estar y comportarme como lo que soy, una perra sumisa y obediente. Seguidamente revisó mi vestuario y por la abertura de detrás de la falda metió su mano, comprobando que efectivamente no llevaba bragas, que me había depilado el sexo y que me había puesto un liguero, con lo que me dio su aprobación; después me dijo ¡así me gusta! ¡Sirve a mis amigos y vente a sentarte en el sofá!

Así lo hice, les puse un plato de cena en la mesa a todos y cada uno de sus amigos, él incluido, y yo me senté en el sofá, desde donde podían verme bien, sentados desde la mesa del comedor. Yo tenía que hacer grandes esfuerzos para mantener mis piernas cubiertas, ya que al estar sentada en el sofá y con la falda que llevaba puesta, se me veía hasta el chocho si me descuidaba un poquito, Mario parecía darse cuenta y a cada momento me hacía traerles algo a él o a sus amigos, para descruzar las piernas y me vieran todo mientras me levantaba y volvía a sentarme. Para mí la situación era bastante incómoda, pero traté de llevarlo lo mejor posible, llevando todo lo que me pedían y poniendo buena cara.

Los amigos de Mario eran normales, había dos que eran los más jóvenes, como de 40 años y otros dos que superaban fácilmente los 55 años, uno de ellos era gordo y barrigudo, que me daba un poco de asco, pero eso sí, todos eran elegantes y bien vestidos y se comportaban de manera correcta, menos uno de ellos, el más mayor, que le preguntaba a Mario cosas como, ¿podríamos verla mejor? pero de ahí no pasaba. Yo me ruborizaba y no sabía muy bien a qué atenerme, pero pronto pude ver las intenciones de estos, en cuanto terminaron la cena y llegó la hora del café y de las copas.
Ya estaban terminando de cenar cuando Mario me ordenó que les trajera café solo y unos vasos de wiskhy con hielo, yo me fui a la cocina para prepararles el café y la noche parecía que iba a ser larga, era viernes y ninguno de ellos parecía que tuviera ganas de marcharse deprisa. Mientras yo estaba en la cocina, les escuchaba como hablaban sobre lo bien que lo iban a pasar esta noche y para celebrarlo, uno de ellos le dijo a otro que sacara la botella de wiskhy que habían comprado antes de venir.

Pronto se fueron acomodando por el salón en las butacas y sillones. Mario me llamaba pidiéndome el café y los vasos. Cuando llegué al salón con las cosas, todos me miraban de manera tan lasciva que hasta me ruboricé y baje la mirada, mientras uno de ellos, creo que se llamaba Ramón, que era el más descarado y más gordo y seboso, me dice mirándome de arriba abajo: ES VERDAD QUE VAS SIN BRAGAS
Yo no supe que contestarle, solo agache mi mirada, como sumisa que soy, no dije nada y sólo me limite a servir el café que traía para todos ellos.

Después de un instante de silencio, ante la afirmación del señor Ramón, Mario vino hacia mí, me agarró por la cintura desde atrás y me mordisqueó suavemente en el cuello; mi primera reacción fue rechazarle, pero le dejé hacer; cerré los ojos y podía sentir como las miradas de esos hombres desconocidos para mí, se clavaban en mi cuerpo. Fue un instante que parecía no terminar nunca y cuando ya esperaba que Mario saliera a mi rescate de esa situación tan embarazosa para mí, lo que le escuche decir es… ¡a mí me gusta que vaya sin bragas y esta noche no iba a ser menos! ¿Verdad preciosa?
Yo ya no sabía qué era lo que estaba pasando, pero empecé a comprender todo el juego de Mario, así que opté por seguirle en ese su juego, y le respondí, ¡sí mi amor voy sin bragas! Esperaba que la comedia terminara ahí, pero Mario me dijo que no fuera maleducada y que respondiera al Sr. Ramón. Al principio no entendía qué era lo que tenía que hacer, entonces me agarró del pelo y me arrastró hasta donde estaba sentado el Sr. Ramón y me dijo casi tocando mi cara con la de este señor, sin dejar de soltar mi pelo, ¡responde a la pregunta que el Sr. Ramón te ha hecho!

Me sentía perpleja en esos momentos y no sabía qué era lo que le tenía que responder al Sr. Ramón. En esas estaba cuando se acercó Julio, uno de los más jóvenes de los amigos de Mario, y me dijo en el oído ¡Mario quiere que le digas al Sr. Ramón que no llevas bragas!
Tímidamente exclamé ¡no llevo bragas! No sé qué fue, pero todos soltaron carcajadas, y me quedé aún más confundida. Entonces se acercó Valentín, otro de los amigos más joven y me dijo en un tono condescendiente… ¡Tienes que decirlo con respeto y dirigiéndote a él personalmente! ¡Por esta vez se te va a perdonar, pero si cometes otro error vas a ser castigada!

No podía creer lo que me estaba pasando, pero lo peor era comprobar que Mario participaba del juego y me había puesto a mí, no sólo como su juguete sino, como juguete de todos sus amigos. Tampoco quería ser castigada, y tampoco sabía a qué tipo de castigo se refería Valentín, así que intenté explicarle al Sr. Ramón de la manera más educada posible que no llevaba bragas y lo que hice fue decir… ¡Sr. Ramón, es cierto que no llevo bragas! ¿Quiere usted comprobarlo? Después de decir esto, Mario me arrojó contra el sofá llamándome puta.

Ahí me quedé sin saber qué hacer, me sentía humillada, pero sobre todo asustada y a la vez sentía una excitación extraña dentro de mí. Entonces fue cuando el Sr. Amadeo vino en mi rescate. Se sentó a mi lado y me explicó cómo tenía que comportarme delante de ellos; era muy amable conmigo, yo estaba sollozando y vestida para seducir al hombre que amo, así me daba cuenta de cómo era y de lo que tenía que hacer, vestida para seducir y completamente expuesta.
El Sr. Amadeo me dijo cómo tenía que dirigirme tanto a él como al Sr. Ramón, y que el trato que debía darles era siempre de señor y les tenía que llamar de usted. Me preguntó si había entendido bien esa parte; yo le dije al Sr. Amadeo ¡Si, Sr. Amadeo, lo he entendido bien!

El Sr. Amadeo me felicitaba y decía en voz alta ¡Vieron como es una buena chica y entiende bien las cosas! ¡Vamos a disfrutar mucho con esta zorrita! ¡Fíjense lo buena que está!
No podía creerlo, pero escuchar al Sr. Amadeo decir esas cosas de mí, mientras me subía la falda, dejando al descubierto mis piernas y mi sexo, mi vagina empezó a mojarse ella sola; yo quería disimular para que no se dieran cuenta, pero el Sr. Amadeo llamó a Julio y le pidió que metiera su mano en mi entrepierna. Julio exclamó ¡está empapada señores! y aquello les hizo sentirse satisfechos.

La noche siguió, esto es sólo el principio, pero para no hacerlo muy largo lo continúo en otro post.