jueves, 2 de noviembre de 2017

Domingo de Paseo

Bernardo es un amigo con el que suelo quedar a veces, él es muy dominante conmigo y solemos interpretar algunos juegos, siempre excitantes. Este relato es un paseo que hicimos un domingo en Madrid, cerca de la estación de autobuses de Méndez Álvaro.

Lo que pasó es que me llevó a un sitio apartado; no había gente por la calle, y Bernardo aprovechó para tocarme el culo mientras paseábamos. Me subió la falda hasta la cintura y como le gusta que vaya cuando voy con él, iba sin bragas, mientras Bernardo me manoseaba a su gusto el culo y la raja entre las piernas mientras iba caminando. Y así íbamos, yo cada vez más mojada.

Le decía a Bernardo que lo dejara que nos podían ver, pero él seguía hasta que se dio cuenta que alguien nos seguía y disimuladamente miró a ver quién era, pero sin bajarme la falda. Al oído me dijo que nos seguía un chaval joven que se debía estar haciendo una paja a través de los bolsillos del pantalón.

Aquello me puso muy nerviosa y le dije a Bernardo que por favor parara, pero él siguió y más descaradamente todavía para que me viera mejor el otro, me dio un sonoro azote y me ordenó adelantarme un poco y seguir caminando, pero sin bajarme la falda para ver bien el espectáculo que estaba dando, me dijo Bernardo. Esto parece que animó al chico porque se acercó bastante más a nosotros.

Bernardo me decía al oído que si se sacaba la polla y se corría apuntándome me iba a pringar toda de leche de lo cerca que estaba de mi. Entonces Bernardo me bajó la falda y nos paramos apoyados en la pared, pasando el chico a nuestro lado mirándonos y cuando se alejaba, Bernardo le llamó. El chico se acercó y Bernardo le pregunta si yo le gustaba y que le había parecido la exhibición de mis piernas y de mi culo paseando por la calle sin bragas. El chico muy tímido dijo que si y Bernardo le pregunta si quería verme el culo y el chocho más de cerca.


Creo que el chico no se lo podía creer lo que estaba escuchando y naturalmente dijo que sí, claro.
Bernardo, después, va y le pregunta si le gustaría hacerse una paja mientras yo le enseñaba todo medio desnuda. Imagínese lo que dijo el chico… que sí, claro está.
Así que Bernardo va y me da la vuelta, me agarra de la cintura y hace que me incline hacia delante poniéndome de tal manera que el culo me quedaba en pompa. Estando yo en esa postura, me levanta la falda hasta la cintura otra vez y empieza a tocarme entre las piernas y por la raja del culo.

Yo creía que me moría de vergüenza, pero me estaba excitando mucho, mientras el chico se la saca de los pantalones y empieza a pajearse. Al rato se corre con un chorro que me dejó toda pringada por detrás, en el culo, y las piernas me chorreaba toda su leche caliente. El chico le da las gracias a Bernardo que le hubiera puesto esa situación en bandeja, pero Bernardo aun no estaba satisfecho, porque, volvió a preguntarle al chico si quería que yo le hiciera una paja mientras le enseñaba las tetas.

El chico era joven, tendría unos 22 años y enseguida estaba empalmado otra vez. Así que Bernardo se pone por detrás de mí y me sube el suéter hasta que me lo quita del todo. Yo llevaba sujetador, y por ello Bernardo me dio una sonora bofetada delante del chico, mientras con mala leche me dice ¡quítatelo ahora mismo! Sin rechistar lo hice, dejando mis pechos completamente al aire ante la mirada de nuestro joven invitado.


Bernardo me ordena que le agarre la polla y empiece a hacerle una paja, cosa que hice sin oposición, mientras Bernardo le dice al chico ¡ánimo chaval, tócale las tetas! ¿te gustan? El chaval no se lo pensó y me magreo bien las tetas, incluso me las estuvo chupando y me moje como una cerda. No me lo podía creer lo caliente que estaba y Bernardo se estaba dando cuenta. El chico tardó un poco más de la cuenta, pero terminó dándome su leche mientras le meneaba la polla y los chorros que echaba eran admirables y termino pringándome con su leche, una vez más, la falda por delante y las piernas.

Terminé toda pringada de lefa del chaval, por delante y por detrás, y Bernardo no me dejó ni limpiarme. Me chorreaba la leche del chico y Bernardo me obligó a quedarme así pringada de lefa, y así me metió en el metro. Tuve que ir dos estaciones yo sola en el metro, porque Bernardo iba en el mismo vagón pero como si no me conociera y lejos de mi. Menos mal que no viajaba demasiada gente en el metro y los que iban ni cuenta se dieron de mi condición. Pasadas las dos estaciones me sacó de allí y me llevó a casa a ducharme.