lunes, 19 de febrero de 2018

Abriendo el Ojete de la Perra Sumisa (2da. Parte)


No podía creer lo que estaba escuchando, y más aún porque estaban hablando de mi entre ellos como si yo no estuviera presente, nada importaba lo que yo pudiera opinar acerca de lo que iban a hacer con mi cerrado agujero del culo.
Tenías que haber avisado a Sebastián, ese negro sí que le deja el culo abierto como un túnel con el pedazo de pollón que se gasta, le decía el Sr Juanjo a Roberto. No le conozco, le respondió Roberto, pero si tienes su teléfono llámale ahora mismo y que venga todavía tenemos tiempo, no hemos apenas empezado a reventar a esta perra y tenemos todo la tarde y toda la noche. Vale, voy a llamarle a ver si puede venir, le dijo Juanjo.

En esas estaban cuando Sebastián dirigiéndose a mi me dice, ¿ves esos dos hombres que están en esa mesa? Se refería a dos tipos que estaban sentados dos mesas más allá de donde nosotros estábamos y que no dejaban de mirar todo el tiempo lo que estaban haciendo conmigo. Parecía como si acabaran de dejar el camión aparcado en la puerta o se hubieran cambiado el mono de albañil para estar allí sentados comiendo, eran sucios y vulgares, me resultaban bastante desagradables los dos, con barriga y mal aseados. Pues muy bien perra, quiero que te gires y te pongas mirando hacia ellos y que abras completamente las piernas para que te puedan ver bien ese coño tan caliente que tienes y que lo llevas completamente al aire y sin bragas, aunque creo que eso ya lo saben.
No supe que decir, pero una cosa tenía clara y es que mejor hiciera lo que me dijeran; así que dije, si Sr Esteban y me giré para que aquellos dos salidos me vieran todo bien a gusto. Así estuve al menos unos diez minutos, porque el Sr Esteban me decía que me tocara y que me insinuara a ellos.


Me daba mucho asco y mucha más vergüenza, pero no me quedaba de otra, así que lo hice lo mejor que pude. Mientras los dos tipos me miraban con cara de vicio mientras se tocaban y me hacían gestos obscenos con la boca, la lengua y las manos. Era tal su descaro que quise taparme lo antes posible, cosa que el Sr Esteban me impidió obligándome a exhibirme ante aquellos dos guarros.