martes, 9 de octubre de 2018

Las Pruebas de mi Nuevo Amigo 2da. Parte

Después de la visita del mensajero que me había enviado el Sr Juan tuve que masturbarme de lo excitada que me sentía, y me quedé dormida. Me sobresaltó el sonido del teléfono móvil. Era el Sr Juan y me preguntaba si ya estaba preparada.

- ¿Preparada? ¿Preparada para qué? Le pregunté.
- ¿Qué te pasa zorra?, me dijo el Sr Juan, ¿no has leído la otra nota?
- No Sr Juan, lo siento, me he quedado dormida. Fue lo que acerté a decir.
- Son las 6 de la tarde y a las 8 te quiero ver en un sitio, ahora te envío la ubicación a dónde tienes que ir. Y otra cosa, lee las indicaciones en la otra nota, Perra.
- Si Sr Juan, lo siento. Ahora mismo lo hago.
- Eso espero pedazo de cerda, en un rato te vuelvo a llamar.

Lo primero que hice nada más colgar el teléfono fue revisar la otra nota que el Sr Juan me había enviado por mensajero. En ella me explicaba que tenía que vestirme de una manera un tanto especial, sensual y accesible, sin ser vulgar. Tendría que ir sin nada de ropa interior y ponerme un poco del perfume, que me había enviado en el paquete, entre las piernas cerca de mi vagina, en el cuello y en el canalillo entre mis tetas. Abrí el paquete que me había entregado el mensajero y allí estaba el frasco de perfume que el Sr Juan quería que me pusiese. Era un perfume a base de feromonas.
Empecé a vestirme, y de nuevo volvía a sentirme excitada, elegí para mi atuendo un vestido de fiesta de día blanco por encima de la rodilla, mini de tirantes con generoso escote.
En la nota, el Sr Juan me seguía explicando lo que tenía que hacer a continuación. En ella me indicaba que tenía que dirigirme a un bar que él mismo había elegido y esperarle allí hasta que él llegara.

Después de vestirme y aplicarme el perfume que me había enviado el Sr Juan salí a la calle para dirigirme a la dirección que me había indicado en la nota el Sr Juan, y como no sabía dónde podía quedar paré un taxi para que me llevara directamente al lugar. Le dije la dirección al taxista, éste me miró de una manera un tanto peculiar y se puso en marcha. El taxi se dirigía hacia las afueras de la ciudad, a un barrio de los más conflictivos de la ciudad. Le pregunté al taxista si era por esa zona la dirección que le había dicho que me llevara, él me dijo que si y me respondió también que iba vestida muy elegante para un sitio como ese. Al poco rato llegamos a la dirección y pude ver el bar donde el Sr Juan quería que le esperase.
Pagué al taxista, me bajé del coche y fui hasta el bar. La verdad es que no tenía buena pinta aquel lugar, y el barrio aun mucho menos, estaba pensando en no entrar cuando me di cuenta de que la gente que había por la calle me miraba de una forma escrutadora, así que no lo pensé y entré al bar, pero al entrar me di cuenta que había salido de la sartén para caer en las brasas.

Aquel sitio era feo, sucio y decadente, con una barra a la izquierda según se entraba y a la derecha unas cuantas mesas con sillas. Había un futbolín donde dos tipos con cara de delincuentes jugaban una partida, dos de las mesas estaban también ocupadas por tipos de características similares jugando a las cartas. En la barra había otros tres tipos más de dudosa reputación. Al entrar todos se me quedaron mirando, me dirigí hacia una de las banquetas que había desocupadas en la barra cerca de la puerta de entrada y el hombre detrás de la barra se dirigió hacia mi preguntándome que quería tomar, le dije que un café; muy bien me dijo.

Al momento estaba allí con el café y me dijo que me sentara en una de las mesas que había libres. Le dije que no era necesario, aquí estoy bien gracias. A lo que me respondió, no te lo estoy sugiriendo zorra, te lo estoy ordenando perra. Ante aquella contestación no supe que contestar y apenas pude balbucear, sí señor. Me fui hasta donde me indicaba que me sentara el camarero, era la única mesa que quedaba libre en aquel local, y estaba cerca de las puertas que daban a los lavabos, más concretamente al lavabo de hombres. El camarero me llevó una bebida en vaso largo, le pregunté por mi café y sin hacerme el menor caso me dijo, esto es lo que te vas a tomar perra. Yo no entendía como aquel señor me llamaba de aquella manera, ni porque se tomaba esas confianzas conmigo sin conocerme de nada. Supuse que no deberían entrar muchas mujeres en ese bar, y menos solas. Y allí estaba yo con mi vestidito, sin bragas y con ese perfume que despertaba a un muerto.

Todo el mundo me miraba y yo no sabía dónde meterme, solo quería que el sr Juan apareciese ya y me sacara cuanto antes de ese lugar lúgubre. Entonces vino de nuevo el camarero y me preguntó que si no me gustaba la bebida, a lo que yo tomando un gran trago le dije que sí. A continuación se sentó a mi lado y me pregunta ¿qué buscas aquí? Nada, le digo. He quedado con un amigo. Si, ya lo sé, has quedado con Juan. ¿Le conoce? Le pregunto. Si claro que le conozco, somos viejos amigos, y me ha dejado encargado que cuide de ti. Y diciendo esto, me acaricia las piernas por debajo de la mesa, al tiempo que me dice: abre las piernas.

No por favor señor, le digo. El tipo me mira fijamente y me dice, mira cerda de aquí no sales viva, ves todos estos tipos, ¿te das cuenta cómo te miran? Entre todos te vamos a dejar que te va a salir lefa hasta por las orejas, ¿lo entiendes bien pedazo de guarra? Y da un grito llamando a un tal Julian y le dice, cierra la puerta. Al tiempo suena mi teléfono móvil y veo que es el Sr Juan, lo atiendo toda asustada diciendo: Sr Juan estoy dónde usted me ha dicho y hay un motón de hombres aquí y me van a violar o algo peor, por favor Sr Juan ¿cuándo viene usted? Voy a tardar un rato, ya le he dicho a Emilio que se ocupe de ti. Luego paso a recogerte. No Sr Juan por favor no me deje aquí. Calla la boca zorra estúpida y no te resistas es lo mejor que puedes hacer en las condiciones en las que te encuentras…

Fin de la Segunda Parte