miércoles, 16 de septiembre de 2015

Humillada y Sometida en Publico

Me ruborizo. Tengo lágrimas en los ojos pero no se puede distinguir si son de miedo o de rabia.
Mi voz suena más clara esta vez, incluso fuerte en el aire quedo de la noche. Aunque el tono es desafiante, el rubor que desciende desde mis mejillas habla de una vergüenza que no puedo ocultar.

—Soy una guarra. Llevo toda la noche mojada, imaginando que me follas, y lo único que deseo ahora es que nos vayamos a casa y lo hagamos. Por favor.

Mi tono desafiante flaquea en las dos últimas palabras, las cuales emergen como un ruego débil.
Desliza un dedo ocioso por el filo de mi blusa, un tanto escotada, y cuando habla, el tono de su voz hace que reprima el impulso de temblar.

—Ha sonado casi como una súplica. ¿Estás suplicando, guarra?

Empiezo a asentir con la cabeza, pero la mano que me tiene sujeta del pelo me detiene en seco. Trago saliva, cierro los ojos un segundo y contesto.

—Sí. —Una pausa que se extiende hasta convertirse en un vasto silencio. Una exhalación que casi podría interpretarse como un suspiro quedo—. Señor.

Su dedo sigue recorriendo la curva de mis pechos mientras me habla.

—Tengo la impresión de que ahora mismo harías cualquier cosa por correrte. Cualquier cosa. ¿Me equivoco?

No contesto. Mi expresión es de recelo, lo cual te sorprende teniendo en cuenta el tono desesperado de mi voz. Te preguntas qué ha significado ese «cualquier cosa» en el pasado, qué significará ahora.

—¿Te arrodillarías y me chuparías la polla aquí mismo?

Se hace un largo silencio. Aparta la mano del pelo, da un paso atrás y aguarda. Cuando oigo a lo lejos la puerta de un coche me encojo y vuelvo nerviosa la cara para escudriñar la calle. Veo un hombre. Nuestras miradas se cruzan un segundo, la sorpresa y la vergüenza hacen que abra mucho los ojos antes de girarme de nuevo hacia él.
Está inmóvil como una estatua. Sonriendo.
De mi garganta emerge un sonido, mitad sollozo, mitad ruego.
Tragando saliva, señalo vagamente la calle.

—¿Ahora? ¿No preferirías…?

Aprieta sus dedos contra mis labios todavía abiertos. Está sonriendo casi con indulgencia, pero su voz suena firme. Imperiosa incluso.

—Ahora.

Lanzo una mirada fugaz en la dirección del hombre que nos observa. Él no lo sabe, pero por dentro estoy jugando a una versión adulta de un juego infantil: si no le miro directamente significa que no está ahí presenciando mi humillación, que no puede verla porque yo no puedo verle a él.
Le señalo nerviosamente con la cabeza.

—Aún es temprano, hay gente caminando…

—Ahora.

El hombre está paralizado, observando el espectro de emociones que cruza por mi rostro. Vergüenza. Desesperación. Ira. Resignación. Abro la boca varias veces para hablar, me lo pienso mejor y callo. Él se limita a observarme atentamente.
Al final, roja de vergüenza, doblo las rodillas y desciendo hasta la humedad de los adoquines. Mantengo la cabeza gacha. El pelo me cae sobre la cara, y durante unos segundos permanezco así, arrodillada, sin hacer nada. Luego respiro hondo. Enderezo los hombros, elevo la mirada hacia él y acerco una mano a su pantalón, pero cuando mis dedos temblorosos alcanzan el cinturón los detiene y me da unas palmaditas en la cabeza, como haría con un perro fiel.

—Buena perra. Sé lo difícil que ha sido. Ahora levántate. Nos iremos a casa y terminaremos allí. Esta noche hace un poco de frío para jugar en la calle.

Con mano solícita, me ayuda a ponerme de pie. Pasamos del brazo, al lado del hombre que nos observaba. Él sonríe y le saluda con la cabeza. El hombre comienza a devolverle el saludo. Yo mantengo la mirada gacha, la cabeza inclinada.


Se me puede ver que estoy temblando, pero lo que no se me puede ver es lo mucho que esta experiencia me ha excitado. Lo duros que tengo los pezones bajo el confinamiento del sujetador. Que mi temblor se debe al subidón de adrenalina provocado por lo que acaba de acontecer ante los ojos de un desconocido tanto como al frío y la humillación. Lo mucho que me estimula. Que me llena de una manera que no sé explicar. Que lo odio pero al mismo tiempo me encanta. Lo anhelo. Lo ansío.

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